Cuando la decoración es mucho más que solo decoración
- Romina Gonzalez
- Nov 25, 2024
- 4 min read

Hay algo en los textiles bordados que siempre me atrae… Mi abuela y mis bisabuelas bordaban como los dioses. Por algún lugar en la casa de mi mamá todavía debe estar alguno de esos manteles hechos por sus manos que más que objetos de uso cotidiano eran obras de arte. Siendo niña recuerdo haber hecho unos intentos muy simpáticos de bordar flores como las de esos manteles. Muchos años después, en las últimas semanas de mi primer embarazo, el bordado fue mi compañero en las larguísimas horas de reposo, esperando la llegada de mi bebita. Ese es sin duda el recuerdo más emotivo que tengo de este arte…
No me sorprendió para nada sentirme atraída por la obra de Carla Freschi cuando me crucé con ella en Instagram allá por el 2021. Toda su obra me pareció hermosa, pero unas piezas en particular de su serie “Manifesto” bordadas en hilo blanco sobre lino del mismo color me cautivaron… Algo acerca de la sutileza de esas piezas, el tener que descubrir a través del juego entre las luces, las sombras y las texturas lo que estaba escrito blanco sobre blanco me pareció fascinante. Quería tener una en mi casa.
Nunca en mi vida había comisionado una obra de arte, esa fue mi primera (y, al menos hasta ahora, única) vez. Después de intercambiar algunos mensajes con Carla sobre cuestiones más “técnicas” (el tamaño, el valor, etc.) llegó una pregunta que no había anticipado que iba a ser parte del proceso: “¿Qué te gustaría que dijera tu Manifesto?”.
Qué buena pregunta… No sabía qué responderle. Creo que quizá hoy lo vería diferente, pero en ese momento se sintió extraña la idea de poner mis palabras en el arte de otra persona. Le expliqué esto a Carla y ella me dijo que tenía una lista de frases que quería bordar algún día. Todas eran bellas, pero hubo una en particular que me emocionó cuando la leí. Una frase que se sentía como si la hubiera escrito yo:
“Qué linda vida nos tocó”
Apenas leerla tuve claro sin rastro de duda que ese era mi Manifesto. Ella lo bordó para mí y algunas semanas más tarde la obra llegaba desde Europa a Buenos Aires y a mi casa.
No fue algo intencional. Mi intuición me llevó a elegir esa artista, esa serie, esa frase… Pero resultó ser que ese cuadro no es solo una obra de arte, un objeto bellísimo que adorna mi living, es algo más…
Soy una persona muy afortunada en la vida que me ha tocado vivir. Crecí en una casa en la que mis padres me amaron, me cuidaron y se aseguraron de que nunca me faltara nada, recibí una educación excelente, tuve grandes amigos, viajé y conocí lugares increíbles, tengo un hogar propio, conocí a un hombre maravilloso con el que construimos una familia hermosa y de alguna loca manera llegué a crear un trabajo que ni en mis sueños podría haber imaginado y que amo.
Soy muy afortunada, muy consciente de serlo y muy agradecida por ello…
Y aun así, muchas veces me pierdo… me pierdo comparando mi casa (que lleva la marca de dos niños pequeños) con las casas perfectas, prolijas y ordenadas que veo en Instagram o en Pinterest, me pierdo mirando lo que hace esa otra emprendedora que tiene miles de seguidores, la imagen de marca perfecta y (al menos en mi imaginación) cientos de personas queriendo contratar sus servicios, me pierdo comparándome con esa mujer que se ve tan hermosa, arreglada y bien vestida y sintiendo que yo no estoy a su altura, me pierdo comparándome con esa mamá que parece hacer todo bien con sus hijos…
Es muy fácil perdernos en el mundo en el que vivimos. Es muy fácil comparar nuestras vidas con los recortes editados de las vidas que otras personas muestran en redes sociales. Es muy fácil olvidarnos de quiénes somos, de cuánto valemos y de lo que es realmente importante para nosotros…
Yo no me di cuenta de lo que estaba haciendo cuando comisioné ese cuadro, pero lo que realmente estaba comisionando era un recordatorio.
Cuando me pierdo en la escasez, en sentir que no alcanza, que no tengo suficiente, que no soy suficiente… Esa frase está ahí para recordarme la realidad… Ese cuadro me recuerda que soy una persona que elige ser agradecida por lo que tiene, que la gratitud es una de las emociones más bellas y elevadas que conozco y que puedo acceder a ella siempre, porque siempre tengo todo lo que necesito.
Tengo aire para respirar, un abrazo cálido que me recibe, una mirada cariñosa, comida en mi plato, un hogar al que volver cada día.
Desde hace ya varias semanas, viene formándose dentro mío la idea de que así es como deberíamos pensar y diseñar nuestros hogares: deteniéndonos a reflexionar sobre quiénes somos realmente, cuales son nuestros valores, qué es lo real e importante para nosotros y cómo es la vida que soñamos vivir y convirtiendo luego cada espacio de ese hogar en un reflejo de esto. Eligiendo cada color, cada objeto y cada decoración con intención y significado.
Entonces, volver a casa después de pasar el día allá afuera en el mundo sería realmente un volver a casa, volver a nosotros mismos. Nuestros hogares nos recordarían cada día quienes somos y qué es lo que queremos en la vida. Nos ayudarían a encontrarnos devuelta cada vez que nos perdemos allá afuera. Nos recordarían lo valiosos y únicos que somos cada vez que caemos en la comparación o en la escasez.
Hace algunas semanas esta frase sonó en mi mente:
“Si los creamos con intención y autenticidad, nuestros hogares nos recordarán cada día quienes somos y cuál es la vida que deseamos”
No puedo imaginar un propósito más bello y noble para darle a nuestros hogares.












Comments